Con calma de tortuga centenaria
regresaría al océano
con sus profundidades oscuras
que ocultan seres desconocidos.
Allí habitan secretos y
esquinas pletóricas de sorpresas:
allí me deslizaría como niño
curioso, que se asusta y fascina
con nombres y espacios nuevos,
corriendo a refugiarme nervioso
tras una planta olorosa y suave
que libere recuerdos de
tiempos en que otros
salvaban mi pellejo.
Ahí dejaría mi tiempo
mientras observaría
que los peligros
de la noche fueran
conjurados.
Y esperaría el día
que trae nuevas luces y
desviste monstruos del armario,
del gran armario cotidiano.
lunes, 19 de noviembre de 2007
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