Te imaginé cercana y expectante
con la mirada luminosa del encuentro vivo
y yo, con mis pupilas llenas de tu deseo
construyendo artilugios con las manos,
esas que viajan ansiosas por tus sierras y valles
despertando los faros
de olvidadas esquinas.
Luego, te pensé buscando
el domicilio de mis labios,
que corrían alocadas carreras
entre colinas y montes
mientras desespero con
tus bocanadas aladas
y el manantial que fluye
de tu generoso
jardín.
Tras el regocijo de saberse vivos,
el festín de pequeños huracanes,
gimiendo falsos
salmos impenitentes
y blasfemias entusiastas
ahogadas en bajamares
y pleamares que
anuncian la llegada de
gozosas
expiraciones falsas.
Pero, aunque el sueño
devino en fuego fatuo,
persisto
como un masón riguroso
balbuceando promesas
que sólo yo escucho.
Prometo beberme
todos los sorbos de vida
que me presenten las
copas cotidianas.
Prometo no desperdiciar
sonrisas falsas
ni ganas sin puerto.
Prometo no guardar
las manos
ni las palabras
ni las pasiones
a quien las demande
sin medir pérdida
ni ganancia.
Porque sólo tengo certeza
de mi latido urgente
que no admite
espera ni pretextos.
Porque este viaje
no tiene retorno
y no hay tiempo
que a alguien sobre.
viernes, 2 de noviembre de 2007
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