viernes, 18 de enero de 2008

Sobre adivinos, bares y jugueteos

("No abras esa puerta ―dijo―. El corredor está lleno de sueños difíciles". Gabriel García Márquez, Ojos de perro azul)

Al calor de una
conversación matizada
por unas siempre bienvenidas
frías cervezas,
es posible inventar,
jugar y reflexionar,
incluso planificar.

Pero los planes
mueren junto con el último vaso
indica la implacable experiencia.

Del mismo modo, fenecen
las palabras de buena crianza
y las declaraciones altisonantes.

Disonancias, certezas,
y rigor lógico: para
dos públicos, dos discursos...

Entonces, a los crédulos digo ¡paciencia!
quedan recursos esperanzadores:
la lectura de las hojas de té
el tarot, y la cáfila de adivinos
de pacotilla
que siempre hablarán
de presentes duros
y futuros luminosos.

Para mí, y el resto:
¿a qué viene el lamento?
si a todos nos gusta jugar,
entonces, gocemos
sin miradas culposas.

Y si queremos ser sabios
debemos volver confiados
a los bares; de seguro
habrá frases y palabras nuevas
con las cuales emprender
nuevos inventos del afecto
con el entusiasmo
que siempre provoca
lo que cambia.

Porque los gemelos Posible
e Imposible también
habitan al fondo
de continentes de vidrio.

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