Y así nos vamos especulando
sobre lo que puede ser,
entre fantasías de
pequeñas violencias
placenteras:
un justo equilibrio
precario
donde sutiles dolores
no desmientan placeres.
Porque éstos nunca están solos
¿cómo reconocemos el día
si no conocemos la noche?
Ahí está el encanto:
arribas y abajos,
luz y oscuridad,
flores con espinas,
dulces y salados,
firmes pero suaves,
a veces hay, y mucho,
otras, vacíos casi absolutos.
Soy guardián y
transgresor de esa frontera...
ahí quiero quedarme:
porque, con todo y aún así
en esa dialéctica pura
encuentro los tesoros
y entierro los míos.
domingo, 23 de diciembre de 2007
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