En este juicio implacable
de lo buscado y lo vivido
no hay derecho
a libertad condicional.
Se me ha condenado a perpetua:
a la insolencia impúdica
de la mirada de un cazador
de espejismos.
Confieso mis delitos terrenales:
me hice devoto
de frutos celestiales.
Me perdí hambriento
en laberintos
marinos.
Exploré curioso y entusiasta
venciendo
fronteras de marfil.
Recorrí, huracanado
selvas y montañas
con avidez depredadora.
He sido tan honesto
como el escorpión
que cruza el río, a lomos del engaño:
como él, simplemente
admito mi naturaleza.
Sí, soy culpable...
y volveré a cometer
las mismas tropelías
una y otra vez.
No me queda más
que aceptar humildemente
la sentencia impuesta.
Antes que el ciclo de
sentencias perpetuas
se reinicie, exijo
que alguien me acuse de
nuevos crímenes
menos obvios
y con botines para guardar,
para no seguir tropezando
con la misma piedra.
Porque ya lo dije:
seguiré haciéndolo
una y otra vez
hasta que la fiera
implacable del tiempo
me encarcele 3 metros
bajo tierra.
domingo, 23 de diciembre de 2007
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1 comentario:
guaaaa que hay harto "material" nuevo.
En fin, vine de pasada, pronto volveré con más calma.
Un abrazo...
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